
A pesar de lo poco que tenían se les veía felices y satisfechos por el trabajo realizado para poder jugar, entonces pensé que durante ese momento no existía nada en el mundo que pudiera dañar ese espíritu creativo, inocente y sencillo que caracteriza a todo niño; en consecuencia, me surgieron algunas interrogantes al respecto ¿en qué momento, durante la metamorfosis del hombre, es que se pierde la inocencia? O ¿cuándo es que comenzamos a creer que la trivialidad del dinero es sinónimo de felicidad? Y es, por consiguiente, que entiendo que este dilema encuentra sus orígenes en la pérdida de la relación entre el hombre y el medio en el que está inmerso, pues este hombre cegado por el desarrollo tecnológico y, por ende, económico imperante, cual moda juvenil y fanático esnobismo, le da la espalda a la naturaleza en su conjunto. Obviamente algo está fallando en nuestra sociedad, pues si a pesar de ser conscientes de los problemas ambientales que nos aquejan aún seguimos realizando pocos esfuerzos por cambiar esta situación[1].
Es por eso que estamos llamados a enfrentar el reto de lograr la protección del medio ambiente en relación armónica con el proceso económico-social en toda su dimensión y a la vez solucionar, paralelamente, el desafío de eliminar las guerras, la pobreza, el hambre, las enfermedades, el analfabetismo y otros problemas globales que atentan contra nuestra propia calidad de vida.
Y DE UN SUEÑO NACIÓ LA SOLUCIÓN
Es entonces que desde la década de los 60’s que la educación ambiental nace como un movimiento social con aires de transformación mundial, fundado por un grupo de personas que se sentían capaces de darle un nuevo rumbo a la historia, quienes valoraban la imaginación, el cambio, la solidaridad y la justicia con un fuerte componente de ilusión[2] y que veían en la educación un medio para lograr un mundo más respetuoso y más sabio en el manejo de los recursos naturales, con una ciudadanía con opiniones propias y capaz de hacer que estas opiniones sean tomadas en cuenta; consciente de que puede influir en el desarrollo de una sociedad democrática y justa. Sin lugar a dudas estamos hablando de lo que Susana Calvo llama el espejismo de la educación ambiental; ya que, enmarcado en un ideal, insiste en que los sistemas educativos deben asumir con exclusividad la solución a los problemas ambientales causados por el consumismo exacerbado, por la hiperexplotación de los recursos naturales así como por el deterioro de la calidad de vida, y en el cambio individual; a pesar de que estos planteamientos hayan sido conocidos por toda la comunidad internacional y que los mismos se hayan comprometido, al menos en el ámbito del discurso, a darles una legitimidad.
En este sentido, cabe resaltar que muchas han sido las reuniones y conferencias que se han llevado a cabo en relación al medio ambiente en las que se pone de manifiesto el interés por propugnar su cuidado a través de la educación, como uno de los medios más importantes de acción; pero realmente no nos ponemos a pensar que este ideal de educación ambiental que se había planteado no se llevó, ni se lleva a cabo; por que, primero no sugiere ningún plan de acción para concretizar los planteamientos teóricos presentados; segundo, es cierto que el cambio individual es importante, pero no es lo único que se tiene que tomar en cuenta; tercero y último, ese tipo de educación ambiental solo puede ocurrir en sociedades democráticas avanzadas, con sistemas de elecciones firmemente establecidas, con una población informada sobre los problemas acuciantes de su entorno y con la potestad de tomar decisiones para la solución de las mismas y que estas sean tomadas en cuenta por el Estado que los gobierna.
En la actualidad, si queremos cambiar esta realidad tenemos que empezar por comprender que educación ambiental no es un campo de estudio, como la biología, química, ecología o física, es un proceso práctico [...] que tiene un gran potencial para aumentar la toma de conciencia en los ciudadanos y la capacidad para que ellos se comprometan con decisiones que afecten a sus vidas.[3]
Tal vez, el hecho que la educación ambiental sea un concepto tan generalizado, sea una de las razones de la existencia de interpretaciones erróneas sobre ella. La educación ambiental más que ser un cambio individual es un cambio colectivo, dentro de un proceso permanente en la que los sujetos y los grupos de sujetos, a través de múltiples relaciones con el medio ambiente, desarrollen valores, actitudes, aptitudes y la capacidad de ser conscientes de la importancia que tiene la conservación del medio en el que vive y que por medio de sus experiencias puedan plantear soluciones reales y concretas a los problemas ambientales de su entorno. Y al ser la educación el motor de esta transformación los docentes debemos buscar la manera de enlazar la creatividad, imaginación y energía de los niños con una nueva forma de vida que haga frente a los problemas ambientales que afectan a la comunidad, a la región, al país; y empezar a comprender que la educación ambiental, además de ser una materia indispensable a incorporar en la visión humanista del alumno, es al mismo tiempo, una estrategia para comprometer al niño y al adolescente con su país[4]; porque, todos lo sabemos, nadie quiere lo que no conoce y la mejor manera de empezar a hacerlo es a través del conocimiento y cuidado de su ambiente mas próximo: su escuela. Partiendo de desarrollar un plan de acción dentro de un espacio determinado y particular podemos lograr expandir actitudes favorables para la conservación de su ambiente local, regional y nacional.
LA ECOAUDITORIA, UNA MEJOR MANERA DE HACER REALIDAD EL SUEÑO DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
De esta manera es que se origina el proyecto llamado ECOAUDITORÍA, el cual surge como una alternativa de implantar procesos de educación ambiental desde la transversalidad y de enfrentar, desde una formación basada en la resolución de problemas ambientales, el entorno más cercano al estudiante: su centro escolar, [5] pero sobre todo, se trata de un proceso educativo destinado a afianzar comportamientos y compromisos entre la comunidad escolar y el medio ambiente; por ende, es de uno de los mejores sistemas para educar en valores ambientales a través de la participación real de los estudiantes, guiados por los profesores a cargo, en la detección y solución de los problemas ambientales de su entorno más próximo, así como en el monitoreo del cumplimiento de sus propuestas y de la evaluación del producto. En él, siguiendo el modelo constructivista, participan padres de familia, profesores, directores, personal administrativo y de limpieza, y estudiantes, los cuales son los protagonistas de la acción, a través de la formación de una comisión ambiental. En la actualidad existen 5000 centros europeos participando de este instrumento de gestión en Redes de Eco-escuela, formándose un hábito entre los estudiantes y docentes de conservación del medio ambiente, ya no solo dentro de la escuela, sino dentro de su familia y su comunidad.
Esto al aplicarlo a nuestra realidad resultaría aún más provechoso, pues contribuiría no solo a empezar a resolver los problemas ambientales sino que también empezaríamos con la lucha contra la pobreza. Seamos conscientes, en Europa y demás países occidentales, se cuentan con recursos básicos e indispensables para la supervivencia, así que su única gran preocupación son los problemas ambientales; en cambio, aquí no. Tomemos el caso presentado al inicio de este escrito, esos niños sin saberlo, estaban cuidando el ambiente y a la vez no fueron víctimas del consumismo adulto, bien pudieron ir donde sus padres y pedirles que les compren la última colección de carritos HOT WHEELS, pero no fue así, por lo contrario crearon sus propias juguetes tan solo usando materiales reciclados.
Muchas veces se ha hablado de la creatividad del peruano, pero poco se ha hecho al respecto; con la ecoauditoría podríamos empezar por respetar ese gran don que tenemos. En nuestra sociedad hay gran cantidad de residuos orgánicos e inorgánicos y el patio de recreo de una escuela no es la excepción; en este sentido, ese sería nuestro punto de partida, organizándonos y participando todos los miembros de la comunidad educativa en la conformación de una ECOCOMISIÓN y que además de plantear una solución al problema de los residuos, también plantear el cómo reutilizarlos, siempre partiendo del punto de vista del estudiante, y en beneficio de todos, siendo los profesores los guías de este proceso; contribuyendo en la mejora de la calidad de vida de las familias implicadas. A esto se le podría sumar el hecho de que no todos lo materiales pueden ser reutilizados en su totalidad, pero pueden ser vendidos y obtener de ellos beneficios económicos para la escuela y porque no para la comunidad. Tal vez al principio no se den los frutos que se esperan, pero ¿cuándo un proyecto ha salido bien al primer intento? Solo quedaría seguir intentando y nunca perder la ganas de hacer las cosas bien, pensando siempre que hay una generación que también merece disfrutar del encanto del Perú y tener una mejor calidad de vida, recordando que más que la moda y los lujos aún tenemos mucha creatividad que explotar.
Para concluir, si bien es cierto que esta concientización debe partir de la educación formal, definitivamente no es el único medio para lograrlo, pues se necesita de todos los actores de la sociedad para hacerlo realidad y de establecer relaciones fraternas entre los mismos, ya no por un bien individual, sino por el bien colectivo.
[1] Boada, Dignora y Escalona, José, Enseñanza de la educación ambiental en el ámbito mundial.
[2] Calvo, Susana y Gutiérrez, José, El espejismo de la educación ambiental, pg. 22.
[3] Chagollán Amaral, Fausto, 1era edición, Educación ambiental, págs. 16 – 17.
[4] Boada, Dignora y Escalona, José, Enseñanza de la educación ambiental en el ámbito mundial.
[5] López Rodríguez, Francese y Aranéga, Susana. 1era edición Educación ambiental: propuestas para trabajar en la escuela, págs. 31 – 32.
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